
Diseñar un jardín accesible va mucho más allá de cumplir la normativa; se trata de crear una experiencia de autonomía y disfrute sensorial para todos los usuarios.
- La clave reside en el uso de texturas y sonidos como un sistema de guiado natural, o «bio-señalización».
- La ergonomía sensorial, ajustando la altura de plantación y elementos, es fundamental para una interacción sin barreras.
Recomendación: Priorice siempre la seguridad háptica (plantas seguras al tacto) y la orientación multisensorial sobre la mera estética visual para lograr una inclusión real.
Cuando pensamos en un jardín, la mente evoca colores, formas y composiciones visuales. Pero, ¿qué sucede cuando la vista no es el sentido principal? Para una persona ciega o con diversidad funcional, un jardín convencional puede ser un espacio desorientador e incluso hostil. A menudo, la respuesta de ayuntamientos y diseñadores se limita a instalar rampas o ensanchar caminos, cumpliendo con la normativa mínima pero ignorando la esencia de la experiencia: la conexión con la naturaleza.
Estas soluciones, aunque necesarias, son solo la superficie de una accesibilidad verdadera. Se basan en la idea de «no obstaculizar», en lugar de «guiar y enriquecer». La creencia común es que unas cuantas plantas aromáticas y carteles en braille son suficientes para crear un «jardín sensorial». Sin embargo, este enfoque superficial olvida los principios de la ergonomía sensorial y la navegación intuitiva.
¿Y si la clave para un diseño verdaderamente inclusivo no estuviera en lo que añadimos, sino en cómo orquestamos los estímulos existentes? El verdadero reto es diseñar un ecosistema donde el sonido de los pasos sobre la grava, la vibración de una fuente o la textura de una hoja actúen como un lenguaje no visual, un sistema de bio-señalización que fomenta la autonomía. Este artículo se adentra en las técnicas de arquitectura paisajista que transforman un espacio verde en una experiencia inmersiva y equitativa, demostrando que la inclusión se diseña en los detalles que el ojo no puede ver.
A lo largo de las siguientes secciones, exploraremos con precisión técnica cómo cada elemento, desde la pavimentación hasta la selección de especies, puede ser una herramienta para crear un jardín que no solo se visita, sino que se vive con los cinco sentidos.
Sumario: Claves para un paisajismo universalmente accesible
- ¿Por qué integrar códigos QR auditivos o placas en relieve transforma la experiencia de un visitante ciego?
- Grava vs Madera: ¿cómo usar el cambio de sonido bajo los pies para guiar sin necesidad de ver?
- ¿Cuál es la altura exacta (70-80 cm) para que un usuario en silla pueda oler y tocar sin esfuerzo?
- El error de poner rosales o plantas con mucho polen en un jardín diseñado para tocar y oler
- ¿Cómo diseñar una fuente para que el sonido del agua sirva de orientación espacial (ecolocalización)?
- ¿Cómo pavimentar los caminos del jardín para cumplir la normativa de accesibilidad y evitar tropiezos?
- ¿Por qué el contraste extremo entre lo «peludo» y lo «espinoso» atrae irresistiblemente la mano y el ojo?
- ¿Cómo diseñar un jardín que estimule los 5 sentidos para crear una experiencia de lujo inmersivo?
¿Por qué integrar códigos QR auditivos o placas en relieve transforma la experiencia de un visitante ciego?
La señalización tradicional en braille, aunque valiosa, presenta una limitación fundamental: requiere que el usuario encuentre físicamente la placa para acceder a la información. Esto convierte la exploración en una búsqueda a tientas. La tecnología moderna ofrece una alternativa dinámica que transforma radicalmente la autonomía del visitante: los códigos de navegación auditivos, como los QR mejorados o sistemas específicos como NaviLens. A diferencia de un QR estándar que exige proximidad y enfoque, estas nuevas etiquetas pueden ser detectadas a varios metros de distancia y en ángulo, convirtiendo el teléfono móvil en un auténtico «extensor de la percepción».
Caso de éxito: NaviLens en el transporte público de Barcelona
Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) implementó las etiquetas inteligentes NaviLens para hacer accesible toda la señalización de su red de metro y autobús. A diferencia de los códigos QR, estas etiquetas se pueden leer desde lejos y en movimiento. Iniciado en 2019, el sistema está ahora operativo en toda la red, demostrando su escalabilidad y eficacia en entornos complejos. Esta tecnología, ya presente en más de 130 países, permite a los usuarios con discapacidad visual obtener información contextual de forma instantánea y autónoma, un modelo perfectamente aplicable a jardines y parques públicos.
Integrar esta tecnología en un jardín significa empoderar al visitante. Al apuntar su teléfono en una dirección general, puede recibir descripciones auditivas de las plantas cercanas, indicaciones sobre el trazado del sendero o la historia de una escultura. Esto no solo proporciona información, sino que fomenta una exploración activa y segura. El jardín deja de ser un espacio pasivo para convertirse en un entorno interactivo donde la información sale al encuentro del usuario. Según datos de la Fundación iSocial, desde 2017, NaviLens ha sido implementado en espacios culturales y de transporte en cinco continentes, lo que valida su robustez.
Grava vs Madera: ¿cómo usar el cambio de sonido bajo los pies para guiar sin necesidad de ver?
La navegación podotáctil es uno de los principios más poderosos y a la vez sutiles en el diseño de jardines accesibles. Consiste en utilizar el cambio de textura y sonido de los materiales del suelo como un sistema de guiado intuitivo. El cerebro humano es excepcionalmente bueno para detectar cambios en los patrones sensoriales. Para una persona ciega, la transición del sonido sordo y resonante de un entarimado de madera al crujido agudo de la grava no es solo un cambio de material, sino una señal inequívoca y un punto de referencia espacial. Esta «firma sónica» bajo los pies puede indicar un cruce, el inicio de una zona de descanso o la proximidad a un punto de interés.
Diseñar con este principio implica pensar en los caminos no como meras superficies de tránsito, sino como un mapa sonoro. Por ejemplo, se puede utilizar un pavimento principal liso y silencioso, como el hormigón pulido, para las rutas principales. Las desviaciones hacia zonas específicas, como un parterre de plantas aromáticas, pueden marcarse con un cambio a adoquines rugosos. Un borde de grava a lo largo del sendero actúa como una alerta natural que evita salidas accidentales del camino, funcionando como una línea de seguridad háptica y auditiva.

Como se observa en la imagen, el contraste no solo es visual, sino fundamentalmente táctil y sonoro. En el jardín sensorial de Castrelos en Vigo, por ejemplo, se habilitó una cinta-guía para conectar los distintos puntos, eliminando barreras en este conjunto declarado Bien de Interés Cultural. La combinación de estas guías físicas con la variación de texturas en el suelo crea un sistema de navegación redundante y muy eficaz, permitiendo a los visitantes con discapacidad visual recorrer el espacio con confianza y autonomía, construyendo un mapa mental del lugar a través de sus pies.
¿Cuál es la altura exacta (70-80 cm) para que un usuario en silla pueda oler y tocar sin esfuerzo?
La ergonomía sensorial es un concepto clave en el diseño inclusivo que a menudo se pasa por alto. No basta con plantar especies interesantes; es imperativo que estas sean accesibles a los sentidos sin requerir posturas forzadas o incómodas. Para un usuario en silla de ruedas, la altura de las jardineras o parterres elevados es el factor determinante entre una experiencia participativa y una de mera observación distante. La altura ideal se sitúa entre 70 y 80 centímetros. Este rango permite que una persona sentada pueda acercarse cómodamente, tocar las hojas y flores, y percibir sus aromas sin tener que estirarse excesivamente ni chocar con las rodillas.
Además de la altura, la profundidad de la jardinera es igualmente crucial. Una profundidad máxima de 50 a 60 centímetros asegura que el usuario pueda alcanzar las plantas situadas en la parte posterior. Un error común es diseñar jardineras muy anchas que, aunque estéticas, dejan la mitad de las plantaciones fuera del alcance. Igualmente importante es el espacio libre inferior: debe haber un hueco de al menos 70 cm de alto por 50 cm de fondo para permitir que el reposapiés de la silla de ruedas se introduzca bajo la estructura, facilitando un acercamiento máximo.
Para ilustrar estas especificaciones, la siguiente tabla resume las dimensiones recomendadas según el tipo de usuario, basadas en guías de diseño universal y buenas prácticas del sector.
| Tipo de usuario | Altura recomendada | Profundidad máxima | Espacio inferior libre |
|---|---|---|---|
| Usuarios en silla de ruedas | 70-80 cm | 50-60 cm | 70×50 cm mínimo |
| Niños (6-12 años) | 40-50 cm | 40 cm | No requerido |
| Personas de pie | 85-95 cm | 60-70 cm | No requerido |
| Jardineras multinivel (diseño universal) | 40, 75 y 90 cm | 50-60 cm | Variable según altura |
La implementación de jardineras a diferentes alturas, como se sugiere en el diseño universal, no solo atiende a diversos públicos (niños, adultos, usuarios de sillas), sino que también crea un paisaje dinámico y visualmente atractivo. Como explica Orla Concannon, fundadora de Eldergrow, una empresa de horticultura terapéutica, «cuando las personas se conectan con olores familiares, pueden entablarse conversaciones que de otro modo no serían posibles». Garantizar el acceso físico a esos olores es, por tanto, el primer paso para desbloquear estos beneficios emocionales y cognitivos.
El error de poner rosales o plantas con mucho polen en un jardín diseñado para tocar y oler
Un jardín sensorial invita a la interacción directa: tocar, oler, sentir. Por ello, la selección de especies vegetales no puede basarse únicamente en su aroma o textura, sino que debe priorizar la seguridad háptica y la baja alergenicidad. El error más común y peligroso es incluir plantas con espinas, como los rosales, o con partes urticantes o tóxicas. Para una persona que explora el mundo a través del tacto, un simple roce con una espina puede causar una herida y, lo que es peor, generar desconfianza y miedo a interactuar con el entorno. La seguridad es la base de la confianza, y la confianza es la base de la exploración autónoma.
Del mismo modo, un espacio diseñado para ser olido intensamente debe evitar plantas con altos niveles de polen, que pueden desencadenar reacciones alérgicas severas. Especies como las gramíneas ornamentales o ciertos árboles como el olivo o el plátano de sombra, aunque estéticamente valorados, son contraproducentes en un jardín de estas características. La experiencia debe ser placentera y terapéutica, no una fuente de malestar. Como subraya Orla Concannon, experta en jardinería terapéutica, en una entrevista para AARP sobre ideas para jardines sensoriales:
Solo utilizamos plantas no tóxicas. Hay muchas plantas que pueden causar irritaciones leves o dermatitis, y ni siquiera utilizamos ese tipo de plantas porque la piel es más fina a medida que envejecemos.
– Orla Concannon, AARP – Ideas de jardines sensoriales
La flora mediterránea ofrece una vasta paleta de opciones seguras y estimulantes. Especies como la lavanda, el romero, el tomillo o la salvia son seguras al tacto y desprenden su aroma al frotarlas suavemente. Para las texturas, la Stachys byzantina, conocida como «oreja de cordero», ofrece una suavidad aterciopelada irresistible. El jardín sensorial de Castrelos en Vigo, por ejemplo, cuenta con más de 30 especies reconocibles por el tacto y el olfato, demostrando que es posible crear una rica biodiversidad sin comprometer la seguridad.
Plan de acción: selección de plantas seguras y estimulantes
- Inventario de puntos de contacto: Identificar todas las zonas del jardín donde los visitantes tendrán contacto directo y cercano con las plantas (bordes de caminos, jardineras elevadas).
- Análisis de especies existentes y propuestas: Listar todas las plantas y revisar cada una en busca de espinas, savia irritante, toxicidad por ingestión o contacto, y alto potencial alérgeno (polen).
- Criterios de coherencia y seguridad: Confrontar la lista con los valores del diseño: ¿es la planta 100% segura al tacto? ¿Su aroma es agradable y no abrumador? ¿Requiere un mantenimiento que pueda generar riesgos (p. ej. podas constantes)?
- Evaluación de la experiencia sensorial: Crear una matriz simple para calificar cada planta candidata por su textura (suave, rugosa, peluda), aroma (al roce, constante), sonido (con el viento) y evitar las que son sensorialmente neutras.
- Plan de integración y sustitución: Priorizar la plantación de especies con alto valor sensorial y máxima seguridad. Reemplazar progresivamente las plantas problemáticas identificadas en el análisis.
¿Cómo diseñar una fuente para que el sonido del agua sirva de orientación espacial (ecolocalización)?
El agua es un elemento multisensorial por naturaleza: se puede oír, sentir su frescor y, en una fuente, incluso tocar. En un jardín accesible, el sonido del agua trasciende la mera función estética para convertirse en una poderosa herramienta de orientación y ecolocalización. Una fuente bien diseñada no es solo un objeto, sino un faro sónico. Su murmullo constante proporciona un punto de referencia auditivo permanente que ayuda a los usuarios, especialmente a aquellos con discapacidad visual, a crear un mapa mental del espacio. Saber que «la fuente está a mi izquierda» permite orientarse en todo el jardín con mayor seguridad.
El diseño de la «firma sónica» de la fuente es crucial. No se trata de generar un ruido fuerte, sino un sonido distintivo y direccional. Por ejemplo:
- Muros de agua: Crean una «línea de sonido» continua. Caminar en paralelo a un muro de agua proporciona una guía direccional clara, similar a seguir una pared.
- Surtidores centrales: Un chorro vertical en el centro de una plaza o una zona abierta actúa como un punto de referencia omnidireccional, audible desde múltiples accesos.
- Cascadas escalonadas: Variar la altura y el material sobre el que cae el agua (piedra, metal) permite crear sonidos con diferentes tonos y frecuencias. Una cascada de pequeños saltos sobre roca generará un sonido más agudo y crepitante que una caída suave sobre una superficie lisa.
Además del sonido, se debe considerar la vibración. Para las personas sordociegas, la vibración transmitida a través del suelo o de los bancos cercanos a la fuente es una forma vital de percepción. Colocar un banco de piedra o madera maciza en contacto directo con el vaso de la fuente permite «sentir» el movimiento del agua. El objetivo es instalar fuentes y estanques con agua en movimiento para que proporcionen un murmullo constante y localizado. En proyectos como el Jardín de los Sentidos de Barcelona, la integración de estos elementos sonoros es clave para transformar espacios urbanos en oasis sensoriales que guían e invitan a la calma.
¿Cómo pavimentar los caminos del jardín para cumplir la normativa de accesibilidad y evitar tropiezos?
La pavimentación es la columna vertebral de la accesibilidad en cualquier espacio exterior. Un pavimento inadecuado no solo crea barreras, sino que supone un riesgo real de caídas y accidentes. En España, el Código Técnico de la Edificación (CTE), en su Documento Básico de Seguridad de Utilización y Accesibilidad (DB-SUA), establece los requisitos mínimos que todo itinerario accesible debe cumplir. Como arquitecto paisajista, mi labor no es solo cumplir la norma, sino integrarla de forma estética y funcional en el diseño del jardín.
Los parámetros clave que dicta la normativa se centran en garantizar un tránsito fluido y seguro para todos, incluyendo usuarios de sillas de ruedas, personas con movilidad reducida o familias con carritos de bebé. Esto implica controlar anchuras, pendientes y la propia naturaleza del material. Un camino debe ser una invitación a recorrer el espacio, no una carrera de obstáculos. La elección de un pavimento duro, estable y antideslizante es la primera decisión crítica. Materiales como el hormigón impreso, las losas de piedra bien rejuntadas o las maderas tecnológicas para exterior son excelentes opciones.

La normativa española es muy específica en cuanto a las características técnicas. La siguiente tabla, basada en una guía técnica para jardines sensoriales que interpreta el CTE, resume los puntos más importantes a la hora de diseñar los caminos.
| Elemento | Especificación técnica | Normativa |
|---|---|---|
| Anchura mínima de paso | 1.50 metros | CTE DB-SUA 9 |
| Pendiente longitudinal máxima | <6% | CTE DB-SUA 9 |
| Pendiente transversal máxima | <2% | CTE DB-SUA 9 |
| Zona de giro | Círculo de 1.50m diámetro | CTE DB-SUA 9 |
| Clase de deslizamiento exteriores | Clase 3 (Rd > 45) | CTE DB-SUA |
| Juntas entre baldosas | Máximo 4mm | Guías municipales |
Un aspecto fundamental es la integración de pavimento podotáctil en puntos estratégicos: antes de un cruce de caminos, al inicio de una escalera o frente a un punto de decisión. Estas baldosas, de botones (atención) o acanaladas (dirección), deben tener un contraste cromático con el resto del pavimento para ser también útiles para personas con baja visión. Su correcta implementación convierte la normativa en una herramienta de diseño proactiva para la seguridad y la orientación.
¿Por qué el contraste extremo entre lo ‘peludo’ y lo ‘espinoso’ atrae irresistiblemente la mano y el ojo?
El cerebro humano está programado para detectar y explorar contrastes. En el diseño de jardines, solemos pensar en el contraste de color o de forma, pero el contraste textural es una herramienta mucho más poderosa y primitiva para generar curiosidad y engagement. La contraposición de una superficie extremadamente suave y «peluda», como las hojas de la Stachys byzantina (‘oreja de cordero’), con la estructura rugosa y definida de la corteza de un pino o la textura cerosa de una suculenta, crea una tensión sensorial que invita a ser resuelta mediante el tacto. Es una llamada a la acción para la mano.
Este principio se basa en la neurociencia de la percepción. Una superficie uniforme proporciona poca información sensorial, y el cerebro tiende a ignorarla tras una primera evaluación. Sin embargo, un cambio abrupto de textura genera una señal de alerta, una «novedad» que el sistema somatosensorial quiere investigar. En un jardín sensorial, podemos diseñar «paisajes hápticos» al colocar estratégicamente plantas de texturas opuestas. Por ejemplo, junto a la suavidad de la mencionada oreja de cordero o la Salvia argentea, podemos situar helechos de frondas intrincadas o gramíneas de hojas finas y cortantes (pero seguras), creando un diálogo de sensaciones.
Como señalan los expertos en diseño de la revista Nuevo Estilo al explicar cómo crear un jardín sensorial, el efecto es casi magnético. Lisa Joyner y Olivia Heath afirman:
La textura de las plantas puede ser tan importante como su color y forma. El musgo fresco, las hierbas, las orejas de cordero tienen superficies muy suaves, mientras que la corteza de los árboles es áspera.
– Lisa Joyner y Olivia Heath, Nuevo Estilo – Cómo crear un jardín sensorial
Este juego de contrastes no solo enriquece la experiencia de las personas con discapacidad visual, sino que cautiva a todos los visitantes. Un niño se sentirá fascinado por la extraña sensación de la «oreja de cordero», y un adulto redescubrirá el placer de sentir la naturaleza. Por supuesto, este principio se aplica siempre dentro del marco de la seguridad háptica: el contraste se busca entre texturas seguras (peludo, rugoso, liso, ceroso), excluyendo siempre lo verdaderamente «espinoso» o peligroso.
Puntos clave a recordar
- El diseño inclusivo va más allá de la ausencia de barreras; es una orquestación activa de estímulos sensoriales.
- Los elementos naturales (texturas del suelo, sonido del agua, aromas) deben ser concebidos como un sistema de guiado y bio-señalización.
- La ergonomía sensorial y la seguridad háptica son principios no negociables que garantizan una interacción digna y segura con el entorno.
¿Cómo diseñar un jardín que estimule los 5 sentidos para crear una experiencia de lujo inmersivo?
Un jardín que aspira a ser una experiencia de «lujo inmersivo» para todos debe ser concebido como una sinfonía, donde cada sentido tiene su propio instrumento y su momento para brillar. El verdadero lujo no reside en la opulencia de los materiales, sino en la riqueza y coherencia de la experiencia sensorial. Se trata de diseñar un recorrido narrativo que guíe al visitante a través de diferentes «estancias» emocionales, utilizando los cinco sentidos como lenguaje.
El diseño multisensorial se articula de la siguiente manera:
- Oído: Más allá de las fuentes, se puede jugar con el sonido del viento. Plantar bambúes o grandes gramíneas crea un susurro relajante. Los caminos de diferentes materiales, como vimos, actúan como percusión bajo los pies. El silencio también es un sonido: crear zonas de calma, aisladas acústicamente con setos densos, ofrece un valioso contrapunto.
- Tacto: Combinar la rugosidad de los troncos, la suavidad de las hojas aterciopeladas, el frescor de la piedra y la calidez de la madera en bancos y pasamanos. La temperatura y la textura del agua en una fuente de fácil acceso son también estímulos potentes.
- Olfato: Diseñar «bolsas de aroma». En lugar de una mezcla caótica, se agrupan plantas por familias olfativas: una esquina de cítricos (limonero, hierbaluisa), un pasillo de aromáticas mediterráneas (romero, lavanda), una zona de flores de noche (dondiego de noche, jazmín). Esta secuenciación evita la saturación y crea sorpresa.
- Gusto: Integrar de forma segura plantas comestibles es el culmen de la interacción. Un pequeño huerto con tomates cherry, fresas, menta o cebollino, claramente señalizado y a una altura accesible, convierte al visitante en participante activo.
- Vista: Para quienes tienen visión parcial o total, se juega con los contrastes de color, luz y sombra. El uso de colores vibrantes para marcar puntos de interés y la creación de patrones con la luz que se filtra a través de las hojas enriquecen la experiencia visual.
Esta orquestación sensorial tiene profundos beneficios terapéuticos. Como se ha demostrado en programas de horticultura, los estímulos sensoriales, especialmente los olores, son potentes activadores de la memoria.
Los jardines sensoriales activan los recuerdos, algo importante si el deterioro cognitivo se convierte en un problema. Cuando las personas se conectan con olores familiares, pueden entablarse conversaciones que de otro modo no serían posibles. Con la menta, algunos dicen que les recuerda a la pasta de dientes o a la Navidad y las fiestas.
– Orla Concannon, AARP – Ideas de jardines sensoriales
Crear este tipo de jardín requiere una planificación meticulosa que combine portes, texturas y épocas de floración, garantizando al mismo tiempo un mantenimiento eficiente, como el uso de riego por goteo o mulch para controlar las malas hierbas. La experiencia inmersiva nace de este cuidado por el detalle.
Para transformar sus espacios públicos o privados en verdaderos ejemplos de inclusión, el primer paso es auditar sus proyectos actuales con esta nueva perspectiva multisensorial. Comience hoy a planificar jardines que no solo se vean, sino que se sientan, se oigan y se vivan plenamente por cada uno de sus visitantes.